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Un Nahual se llevó a mi sobrino - Relato de HORROR

Sombras en las ventanas

 


En ese último año mis padres habían tenido muchas peleas, mi madre no nos decía mucho ni a mí ni a mis hermanas, por lo que solo entendimos que mi padre ocultaba otra familia, donde al parecer ya tenía un hijo de apenas dos o 3 años, por obvias razones escuchábamos a mi madre llorar algunas noches abajo en la sala, solía levantarme de madrugada al baño y al asomarme escaleras abajo, allí estaba ella, sollozando en silencio, sentada en un sillón, alumbrada con la luz de una lampara de buró.

Unos meses después, cuando mi madre termino de pagar unas deudas al banco, nos mudamos de casa.

Mis hermanas y yo seguíamos sin saber con precisión el por qué mis padres se habían separado.

Mas allá de eso, mi padre era bueno, siempre atento, siempre presente, llegaba a faltar al trabajo para ir a nuestros festivales, siempre teníamos los mejores útiles para la escuela, juguetes buenos en Navidad y día de reyes, nos llevaba al parque, solíamos ir al cine con frecuencia, éramos 3 hijas y tenía tiempo para platicar con las 3, sobre todo tipo de temas, la verdad jamás imaginamos que mi padre pudiera hacer algo así y menos ocultarlo durante tantos años.

Lo bueno de todo esto entre comillas, es que nos teníamos entre todas, nos apoyábamos y siempre nos abrazábamos cuanto pudiéramos.

La casa a la que nos mudamos era una casa grande, de dos plantas, mi mamá la rentó por que la dueña era la prima de una amiga de mi madre, al explicarle accedió a bajar la renta un poco a mi madre para que estuviéramos cómodas las 4.

La colonia donde estaba la casa estaba prácticamente al otro lado de la ciudad, como a 2 horas de lejos en coche, no conocíamos nada, ni a nadie.

La primera semana la usamos para instalarlos, cada una de nosotras tenía un cuarto, pequeño, pero individual al fin de cuentas.

Los chicos de la mudanza se ofrecieron a ayudarnos a subir los muebles, obviamente no de gratis, pero nos ayudaron muchísimo, nos ahorraron 2 o 3 días de trabajo.

Una vez ya instaladas, salimos a conocer las calles, para saber dónde podíamos comprar frutas y verduras, carne, pollo, algún mercado y demás lugares que pudieran resultar útiles.

Yo soy la más floja de las hijas de mi madre, acomode mi cama, pero todo lo demás se quedó desacomodado, el closet, mis muebles de ropa, todo se quedó en las cajas de cartón de la mudanza y demás.

Y peor en ese momento, la tristeza de la separación de mis padres, de pronto no ver al padre que me crio durante 14 años si causo mella en mí.

Entonces me la pasaba la mayor parte del día encerrada en mi cuarto, si no durmiendo, viendo televisión o leyendo alguna revista.

Para la mitad de la segunda semana, me sentía muy decaída, no tenía ganas ni siquiera de salir de mi cama, prefería dormir que estar en cualquier otro lado.

Mis hermanas intentaban animarme, pero la verdad yo no me sentía bien.

Bien recuerdo el día viernes de aquella semana, pues cuando desperté el cuerpo de dolía, pero no era un dolor muscular, era dolor de otro tipo.

De principio no supe que, pero al quitarme el pijama para ponerme ropa de calle, noté que tenía moretones en mis piernas y en los brazos.

Sali a decirle a mi madre y de inmediato me llevo al doctor para que me revisaran, en el camino iba regañándome, me decía que seguro me habían salido por no comer bien, por no salir al sol, por estar en cama todo el día, y demás cosas que se inventan las mamás para poder reprenderme correctamente.

El medico dijo que podrían ser por falta de nutrientes y vitaminas, así que me mando algunos suplementos, nada baratos, por cierto, situación que enojo aún más a mi madre.

Tomaba a diario mis pastillas, y mi mamá me obligaba a comer.

Luego de esto, un día martes, al despertar pude sentir un ardor en mis piernas, las revisé y tenía unos rasguños, bastante largos, algunos iban desde mi rodilla hasta mi tobillo.

Mi madre preocupada y pensando que me infligía heridas a mí misma, me llevo al psicólogo, bueno en realidad a las 3 nos llevó al psicólogo, pero pasábamos 1 por 1.

El psicólogo me cuestiono, si es que yo me había hecho daño, que mi madre le había contado los hechos y que entendía mi situación, que estaba con ella en un lugar seguro, donde solo estábamos ella y yo, que ella no diría nada a nadie.

Pero como es obvio, lo negué.

Le comenté que un día solo desperté y eso ya estaba allí, pero no me creyó, y la verdad ya me lo esperaba.

Llame a una amiga que tenía en la otra secundaria, le comenté todo lo que pasaba y me dijo que los moretones y las heridas era porque seguramente algún espíritu o demonio estaba alimentándose de mi dolor y mi tristeza.

Su comentario me hizo pensar, pero no sabía que pensar realmente.

Esa noche, me desperté como siempre para ir al baño de madrugada, como si fuera un deja vu, escuchaba a mi madre llorar en la sala, pero esta vez entre las cajas de la mudanza que aún no habíamos acomodado.

Baje y platique con ella, tuvimos una plática muy relajante, de mucho amor y comprensión.

Pero por suerte no tocamos el tema de mis rasguños en las piernas.

Al amanecer, el ambiente dentro de mi casa era diferente, pude ver a mi madre más relajada, mas contenta, mucho más alegre.

Eso me lleno a mí y a mis hermanas de mucha calma.

Pero tal como comento mi amiga, a aquel demonio, no le gustaba nuestra alegría.

Ese mismo día al llegar la noche, mi hermana me dijo algo que me asusto un poco, pues dijo sentir que algo la miraba desde fuera de la ventana de la cocina, mientras estaba cenando.

Cerro las cortinas para evitar sentir esa mirada y subió a mi cuarto de inmediato.

Llame a mi otra hermana y dormimos las 3 en mi cuarto, nos acomodamos en un colchón inflable que tenía y bajamos mi colchón al suelo.

En la mañana, la alarma sonó, íbamos a salir muy temprano para ir a un balneario y relajarnos un poco, eran las 5:30 am.

Mis hermanas se fueron cada una a su cuarto y yo me dispuse a acomodar todo para irnos.

En eso la puerta de mi cuarto se abrió, me gire para ver si era alguna de mis hermanas o mi madre, y si, era mi madre, le alegue entre risas nerviosas que me había asustado mucho porque no escuche sus pasos.

Solo había ido a ver si ya estaba despierta y a darnos los buenos días.

En cuanto salió de mi cuarto, mi cuarto comenzó a enfriarse a tal grado que podía ver el vaho que salía de mi boca, en cuanto percibí aquel frio, me puse de nervios, sentí como algo me tomaba por la pantorrilla y grité, como jamás nunca en mi vida lo había hecho.

Corrí para intentar salir de mi cuarto, tropecé con mis cajas de mudanza, me levante como pude, pero la puerta estaba cerrada, golpee la puerta y la jale con todas mis fuerzas, pero no se abría.

Vi como una sobra se cernía sobre mí, me gire para ver que era y no era nada, solo sentía frio, mucho frio, y como si algo empujara todo mi cuerpo contra la puerta, en eso alguien toco la puerta, el frio se fue y mi cuerpo se liberó.

En un segundo abrí la puerta y salí corriendo, la que tocaba era mi madre, al verme asustada, se asomó al cuarto, pero no vio nada, le reclamé que por que no me había ayudado, que estuve gritando, pegándole a la puerta y que no había hecho nada por mí, solo me replico que no escucho nada.

Le conté lo que paso y por poco suspendíamos el viaje, pero decidimos que lo mejor era ir para quitar la tensión, mi madre pensó que era alguna especie de estrés, para ser sincera yo también.

Pero luego pensé de nuevo en lo que mi amiga me había comentado.

Para la noche cuando regresamos yo no pretendía dormir en mi cuarto de nuevo, así que me quede con una de mis hermanas, no sin antes haber ido como 6 veces al baño para no salir de noche a hacer pipi.

Al amanecer, desperté ya cuando había luz del sol, escuchamos un grito desesperado de mi otra hermana, salimos del cuarto al igual que mi madre, quien le preguntó qué, que había pasado, nos enseñó sus brazos y piernas, en las piernas tenía rasguños y moretones, dijo que algo la había jalado de las piernas y que se la había querido llevar.

Que estuvo gritando toda la noche y que tenía 1 minuto que había podido salir del cuarto, que aquello no la había dejado salir.

Ese día mi madre fue a por un sacerdote para que rezara y bendijera la casa, el sacerdote, nos dijo que pusiéramos un par de velas blancas y un crucifijo fuera de nuestras puertas para que el demonio o lo que fuera no pudiera entrar.

Así lo hicimos.

Esa noche no paso nada, de hecho, fueron varios días, que no paso nada, prendíamos velas nuevas todos los días.

No fue hasta como 2 semanas después de que se bendijo la casa que paso algo de nuevo, pero esta vez a mi madre en la cocina.

Ella se levantaba muy temprano a preparar las comidas para la escuela y el trabajo, dice que minutos después de que bajo y comenzó a preparar todo, sintió que una mirada muy pesada se posó en allá.

Miraba para todos lados, pero realmente no veía nada, incluso cerro las cortinas por si algún vecino metiche estuviera viendo que hacía.

Pero la mirada y la pesadez no se quitaba, incluso comenzó a ponerse nerviosa, prendió la televisión para calmar su mente con el ruido de gente, lo cual funciono, pero solo por un momento, ya que de un instante a otro la televisión dejo de escucharse, pensó que tal vez sin querer había puesto mute, y fue a revisar, en ese momento nos despertamos las 3.

Escuchamos ruidos muy fuertes en la cocina, bajamos y mi madre estaba con la mirada fija en la televisión, como hipnotizada, con el volumen a todo lo posible, en la pantalla se podía ver solo un tipo documental de animales o algo así.

Movimos a mi madre y dice que no recuerda que paso, que recuerda no escuchar la televisión y eso fue todo.

En ese momento comenzamos a considerar cambiarnos de casa.

Pero no podía ser tan pronto, entonces decidimos llamar al sacerdote de nuevo, pero esta vez el mismo sacerdote, llego con una persona que sabía de demonios y todo eso.

Cuando le preguntamos por qué, nos comentó que mientras bendecía la casa una sombra lo seguía a todas partes, a los cuartos, a la sala, a la cocina, por si no fuera poco también nos dijo que desde que llegó, una sombra negra lo observaba desde una de las ventanas, cuando me dijo cual, resultó que era la ventana de mi cuarto, y que luego esa misma sombra lo miraba desde fuera en cada ventana por la que pasaba.

Nos dijo que tenía planeado volver pocos días después de que bendijo la casa, pero que nunca podía, siempre algo pasaba, tan fue así, que un día chocó contra otro auto mientras iba a buscar a aquel demonólogo para que le ayudara, luego intentó llamarnos, pero decía que el teléfono estaba fuera de servicio, por lo que pensó que habíamos cambiado de teléfono o incluso de casa.

Que algunas veces que intentó venir, no encontraba la calle, y menos la casa.

Que justo cuando le llamamos, estaba rezando por nosotras junto con el demonólogo.

Comenzaron a recorrer la casa mientras rezaban y nos pidieron que no nos separáramos de ellos, nos dieron una cruz a cada una.

Mientras recorríamos la casa nada pasó. El demonólogo, nos dijo que los demonios hacen esto cuando algún representante de dios está cerca para protegerse, que realmente lo único que buscan es alimentarse de nosotras y hacer el menos daño posible.

Que volvería al siguiente día para intentar expulsar al demonio.

Se fueron.

Cuando volvimos a dentro, vimos que un pedazo del enjarre de la pared se había caído, alcanzamos a ver lo que parecían unos símbolos raros.

Nos acercamos, pero no se veían bien, así que quite con mis manos el polvo de encima y un poco más del cemento del enjarre.

Cuando por fin pude ver los símbolos, vi que rodeaban un pequeño orificio, donde había un pequeño papel enrollado.

Lo saqué, lo desenvolví y el calor de mi cuerpo se fue, un frio me recorrió por completo.

Eran nuestros nombres escritos en aquel papel. Tire el papel al suelo asustada.

Mi madre asustada también, nos dijo que juntáramos las maletas y que nos fuéramos de allí de inmediato, subimos corriendo, pero no podíamos abrir las puertas de los cuartos, de pronto todas las puertas comenzaron a agitarse por sí solas, como si algo quisiera salir de los cuartos a toda prisa.

Bajamos corriendo, para salir de la casa teníamos que cruzar la sala y el comedor, en eso escuchamos una voz que repetía: “Jamás saldrán de aquí”.

Era la televisión, que estaba encendida en un canal donde estaban pasando una película, y se mantenía como en un bucle que repetía lo misma una y otra vez.

Asustadas las 4, corrimos, pero una sombra negra estaba de pie a fuera de la puerta de entrada, esta casa no tenía más puertas para salir, así que no supimos que hacer, nos quedamos muy asustadas en medio de la sala.

La puerta se abrió lentamente y comenzamos a gritar, tan fuerte como pudimos, cerré mis ojos y escuché: “¿Están bien?”.

Era el demonólogo, quien había regresado, salimos de la casa con él.

Resulta que su auto se descompuso una calle más abajo y regreso a preguntar si podría usar nuestro teléfono.

Mi madre quiso llamar a la mudanza para irnos de allí de inmediato, pero el demonólogo, dijo que, si queríamos librarnos de eso que nos acechaba, realmente no podíamos sacar nada de aquella casa sin bendecirlo primero, que llevaría algunos días.

Una vez fuera de la casa, no regresamos, llamamos a la policía de un teléfono de monedas y enviaron a una patrulla, un oficial entró a revisar, pero no había nada ni nadie, el oficial confirmo que efectivamente faltaba un pedazo de pared que se había caído, pero no había símbolos ni nada.

El demonólogo revisó y bendijo la cartera de mi madre para poderla sacar de la casa sin problemas, al parecer no había nada de malo en ella.

No podíamos dejar todo allí, era mucho dinero y esfuerzo de mi madre.

No teníamos tampoco un lugar a donde ir, mis abuelos vivían fuera y solo contábamos con lo que traíamos puesto.

Así que mi madre llamo a la señora que nos rentaba y le comentó la situación, llegó rápido, ya que no vivía lejos, no creía lo que le contábamos, nos dijo que seguramente lo que haya sido lo habríamos traído con nosotras, se molestó, pidió a mi madre pagar la reparación de la pared y nos dios 3 días para irnos.

Llamamos a la mudanza, les dijimos que un sacerdote iba a bendecir todo conforme lo fueran sacando, se les hizo extraño, pero no dijeron nada realmente, con ayuda del sacerdote y del demonólogo, sacamos todo de la casa.

Por fortuna encontramos un apartamento donde quedarnos y desde entonces nada ha pasado, les cuento porque fue una historia dura de vivir, en ese entonces nadie más aparte de nosotras 3, el sacerdote, su amigo, y la Sra. que nos rentaba, supieron lo que paso en esa casa.

Jamás volvimos a pasar cerca de esa casa. Nos gusta contarles esta historia a nuestros hijos, sobrinos, y pronto a los nietos, porque se asustan de verdad, la pasamos muy mal esas semanas, pero jamás nos volvió a pasar algo así.

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