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Un Nahual se llevó a mi sobrino - Relato de HORROR

Mi relato como velador de un panteon

 


Voy a contarte un relato que me paso cuando era yo joven, época en que trabajaba en el panteón del municipio como velador, me he guardado esta historia por 60 años y solo mi difunta esposa la conoce.

Un día, como casi todos los días, llego un difunto, detrás de el la familia, sollozando, llorando con tristeza la muerte de su ser querido.

Pude notar de inmediato que el ataúd era pequeño, seguro que era de un niño. Detrás de el una madre desconsolada caminaba abrazada de otra mujer ya mayor, supongo que su abuela.

Me acerque al lugar donde iban a enterrar el pequeño ataúd, me fue imposible evitar notar el dolor que sentía aquella madre por su pequeño, lo que también pude alcanzar a ver, es que en un costado del ataúd había una leyenda grabada que decía “No temas, un día estaré contigo, ¡Te amo!”, después de algunos minutos de que el ataúd fue sepultado y que el sacerdote terminara de rezar, muchos comenzaron a irse.

Por tanto yo también me fui, llegue a la oficina de los veladores y me puse a escuchar mi radio, normalmente la gente que va a sepultar a sus seres queridos se quedan alguna horas a platicar entre ellos, alguna anécdotas, o hacen alguna comida para compartir con quienes los acompañaron, ese entierro no fue la excepción.

Algunas horas después de que me retire del entierro, sonó la puerta de la oficina, al abrir, era la madre que acababa de sepultar a su pequeño, me comento que quien había fallecido era su pequeña hija, que quería pedirme un favor a mi y a los demás veladores.

Amarrada a la cruz de la niña había dejado una muñeca, la muñeca favorita de su hija, quería que cuidara que no se la robaran, pues significaba mucho para su hija en vida.

Al saber el dolor por el que había pasado la señora, no podía negarme, y le replique, “No se preocupe señora, será un gusto para mi”, fui a la tumba recién cerrada para confirmar que la muñeca estuviera allí, estaba amarrada con un lasito, asi que fui a la oficina por un par de alambres y una botella, los alambres para amarrarla con mas firmeza y la botella para hacerle un techito y que el clima no la arruine tan rápido.

Al día siguiente, me desperté, salí de la oficina y me dispuse a barrer la entrada del panteón como es costumbre, cual es mi sorpresa que en una de las bancas que están cerca de la entrada, veo sentada a la muñeca que yo mismo había amarrado con alambre.

Me intrigó, tome la muñeca y fui a prisa a la tumba de la niña para volverla a poner allí, al llegar veo que la muñeca sigue amarrada en la cruz y mi mano esta vacía.

Al caer la noche, fui a cerrar la puerta del panteón, a lo lejos alcance a ver a una persona sentada en una de las bancas, pero al acércame vi que se levantaba y se iba, era una pequeña niña con un vestido blanco.

Me asuste mucho por que cuando llegue a la puerta y me asome afuera del panteón no pude ver a nadie.

Todo el siguiente día estuve con la intriga de si seria la niña que recién habían enterrado.

Días mas tarde, un compañero que me sustituía me dice “Mira, encontré esa muñeca en la entrada el panteón ayer en la noche que fui a cerrar”

Era la muñeca de aquella niña, le conté la historia a aquel velador y le dije, “ve a dejar la muñeca a la tumba de la niña y mira lo que pasa”.

Con mirada retadora y con dudas, fue a dejarla, regreso corriendo y muy asustado, al contarme lo que le había pasado, no me sorprendí, pues ya me había pasado a mi.

Cuando fui a barrer la entrada, de nuevo vi a la niña, sentada en aquella banca, pero esta vez era de día, eran como las 7:30 de la mañana.

Me acerque con miedo, esta vez la niña no se fue, llegue a espaldas de la niña y le pregunte, ¿Qué haces aquí? No tienes frio?

A lo que la niña me contesto: “No, estoy esperando a mi mami, me dijo que vendría por mi”

Con escalofríos pude notar que la niña traía en brazos la muñeca que había dejado su madre con tanto amor y que me había pedido que cuidara con mucho esmero.

Con la piel erizada regrese casi corriendo a la oficina, me hice un café y me quede pensando mucho rato.

Después de ese día, muchas veces veía a la niña sentada en aquella banca, a veces solo podía alcanzar a ver a la muñeca, y mis compañeros veladores también veían a ambas a distintas horas del día.

Asi pasaron algunos meses, y la verdad es que nos acostumbramos a ver a aquel pequeño fantasma sentado en las bancas esperando a su madre.

Un día por la mañana, tocaron la puerta de la oficina, cuando abrí, no vi a nadie, me asome y salí, pero no vi a nadie.

Cerré y en cuanto doy la espalda a la puerta, me vuelven a tocar, giro de vuelta y veo como una mano pequeña se posa en el cristal de la puerta, el cual era de esos como rugosos, no se veía nada claro hacia afuera.

Al mismo tiempo que escucho la voz de una pequeña que me dice “Gracias por cuidarme, mañana por fin vendrá mi mami”, la mano desapareció.

No quise salir y asomarme, tenia mucho miedo, aun asi salí, pero no vi nada ni a nadie.

Al día siguiente, llego un féretro, en efecto era la madre de la niña que había fallecido.

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