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Hace muchos años, uno de mis tíos más queridos falleció, Armando, como es lo natural todos estábamos tristes, con excepción de mi abuelo, quien siempre desprecio a mi tío, siempre lo tacho de inútil, de poco hombre, de bueno para nada, cuando en realidad, mi tío era un empresario al que le iba muy bien, sin embargo, para mi abuelo, eso nunca fue suficiente.
Siempre lo desdeñaba y mencionaba que estar todo el día sentado detrás de un escritorio no era trabajar, que el verdadero trabajo estaba en algún buen oficio, como albañil, carpintero, plomero, electricista y demás.
Mi tío, nunca fue bueno en la escuela, estaba más bien entre malo y promedio, jamás entró a la universidad, hecho que fracturó aún más la relación de mi tío con su padre.
La noche del funeral todos mis primos, otros tíos, amigos de mi tío y amigos de la familia llegaron a casa de mi abuelo, que es donde se realizó el funeral, pues era la casa más grande, había mucha gente y algunos de ellos se quedaron a pasar la noche en casa de mi abuelo.
A la noche siguiente ya solo unos pocos se quedaron, pero comentaron que algunas cosas se caían de la nada y que las puertas se abrían o cerraban solas, que la verdad les daba miedo y preferían irse a sus casas.
Cosa rara ya que en casa de mi abuelo nunca había pasado algo así, o al menos, no que yo supiera.
Una de mis tías y mi mamá optaron por quedarse con mi abuelo algunos días, él era ya bastante mayor, el año que viene cumpliría 86 años y temían que pudiera pasarle algo.
Uno de esos días, mi abuelo se despertó muy angustiado por la mañana, le comentó a mi madre que había soñado con su hijo Armando, en el sueño mi tío le decía que había sido el peor padre, que se enfermaría dentro de algunos días y que su muerte seria lenta.
Mi madre trató de calmarlo insistiendo que había sido solo un sueño, pero mi abuelo, gruñón por naturaleza, dijo que “ese cabrón aun muerto sigue molestando, como si no hubiera sido suficiente molestarme toda la vida”.
Al siguiente día mi abuelo tomo sus medicamentos y los pocos minutos menciono sentirse mal, para después comenzar a convulsionar.
Fue llevado en ambulancia al hospital donde le dijeron que había tomado un anticoagulante, que le había provocado un derrame cerebral leve, que por fortuna no tendría secuelas, pero que tuvieran cuidado con los medicamentos.
Lo raro es que a mi abuelo nunca le habían recetado anticoagulantes, menos a mi tía o a mi mamá.
Algunos días después mi abuelo fue dado de alta, mi tía se lo llevo a su casa para tenerlo vigilado, para que no volviera a tomar medicamentos equivocados, que estuviera cómodo y donde hubiera un carro cerca por si cualquier cosa.
La misma noche que mi abuelo fue dado de alta, comenzó con dolores de estómago y luego con vomito, como no hacía mucho que lo habían dado de alta y estaba sensible del estómago, lo atribuyeron a que la comida le había caído pesada.
Al día siguiente, a mi abuelo le agarró una diarrea como nunca y tuvo que ser llevado al hospital de nuevo, le hicieron análisis de sangre y le comentaron que tenía niveles de hierro demasiado altos, que por fortuna no le dio un infarto, sin embargo, el hígado y los riñones habían resultado dañados.
Los doctores no se explicaban como es que en 2 días mi abuelo se había envenenado tan rápido con hierro, pidieron las recetas y que trajeran al hospital los medicamentos para realizar una investigación.
A mi abuelo le mandaron 5 medicamentos diferentes, de los cuales solo se había tomado 3, cuando hicieron la inspección en el hospital de los 3 frascos, constataron que los 3 contenían pastillas de hierro, lo extraño viene cuando revisan los 2 frascos restantes, los cuales estaban nuevos, con sellos y todo, pues en ellos también se encontraron pastillas de hierro.
Mi abuelo paso la noche en el hospital.
Como a las 2am, mi abuelo pegó un grito como seguramente jamás lo había hecho, y decía “¡Suéltame cabrón!, ¡suéltame!, ¿Qué quieres?”, al entrar las enfermeras vieron que mi abuelo estaba solo en el cuarto, se acercaron a revisarlo, pero mas allá de estar nervioso no tenía nada más.
Cuando se le cuestiono que había pasado, dijo que un enfermero lo había querido ahorcar.
Cuando se le pidió la descripción del enfermero, notaron que no concordaba con la descripción de ningún enfermero de aquel hospital.
No podían dar de alta a mi abuelo aun, pues parecía que cada vez estaba peor.
El doctor achaco la visión de mi abuelo a las toxinas del hígado, el cual estaba en mal estado.
Dos días después, mi abuelo mando llamar a mi madre, para pedirle que organizara una reunión, mi abuelo le comento que mi tío se le había aparecido en sueños de nuevo, pero que esta vez, le había dicho el día en que mi abuelo moriría, el 13 de diciembre.
Ese día era ya 11 de diciembre y mi abuelo tenía entonces cosas que arreglar.
Mi madre organizó la reunión y todos estábamos conscientes de que escucharíamos al abuelo despedirse, dejar cosas en claro, tal vez decir algunas palabras o lo que fuera.
Sin embargo, el abuelo comenzó a lanzar una serie de maldiciones, donde nos culpaba por la forma en que iba a morir, nos culpó por la muerte de mi tío Armando, nos dijo que quedaríamos malditos para siempre por haberlo hecho sufrir tanto en sus últimos días, que jamás lo quisimos realmente y solo lo buscábamos por su dinero, que él jamás estuvo de acuerdo con la vida de ninguno de sus hijos y que sus nietos siempre habían sido mal educados, pero que se callaba todo porque sabía que nadie era tan fuerte como para soportar sus palabras.
Todos salieron del cuarto, solo me quede yo, lo que me dijo mi abuelo, me estremeció, me enfrió hasta los huesos: “Hijo, yo abusé de tu madre cuando tenía 7 años, varias veces”.
Salí corriendo del cuarto al pasillo donde estaban todos, yo no podía mirar a mi madre a la cara, solo atiné a abrazarla.
La familia desde ese día comenzó una serie de peleas y un echar culpas los unos a los otros.
Efectivamente, no sé si por obra del destino o por maldición de mi tío hacia su padre, pero mi abuelo murió el día 13 de diciembre, a las 5am. Los médicos dicen que murió de un paro respiratorio, que nada pudieron hacer.
Creo que está demás comentar que muy pocas personas fueron a su funeral, solo unos pocos familiares, amigos de mi abuelo, y mi madre.
Un día al terminar el tercer rosario de los rosarios del novenario, una de mis primas nos comentó que había soñado con mi tío, en el sueño le decía que no se preocupara que todo iba a estar bien, que el mal que había hecho mi abuelo había muerto con él, que a partir de ese día todo sería mucho mejor, que él, Armando, se encargaría de que todo fuera por buen camino.
Unos días antes yo también había soñado con él y me decía algo similar en mi sueño, cual es la sorpresa mía, que mi madre, varios tíos y primos, afirmaron haber tenido un sueño similar.
Todos llorábamos y de alguna manera todos sentimos paz y tranquilidad.
La casa de mi abuelo, junto con todo lo que contenía, fue vendida 1 año después, el dinero se repartió entre los hermanos.
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