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“—¡Maldito chucho!”
Le lanzó un puntapié al animal, pero este lo esquivó con facilidad, acostumbrado como estaba a sufrir maltratos por parte de aquel hombre que lo odiaba. Pertenecía a su esposa y nunca lo había soportado, desde el día en que ella la invitó a cenar a su casa y el perrito lo recibió enseñándole los dientes, tal vez porque intuía que no le convenía a su dueña.
Se casaron, y Pufi iba incluido en el lote, con el consiguiente aumento de la animadversión que el marido sentía hacia él.
Y desde luego que su intuición canina no le falló: el tipo era un cerdo, celoso, egoísta y egocéntrico.
Ella tardó en darse cuenta de cómo era y finalmente decidió separarse.
“—A mí no me deja nadie.”
Su velada amenaza la asustó, hasta el punto de cambiar de idea. No volvió a nombrar el asunto de la separación y esa fue su perdición. Como vio que le tenía miedo, se creció y pasó a convertirse en un tirano que controlaba su vida.
Hasta que ocurrió algo muy grave que le hizo retomar su idea de separarse.
Entonces la mató…
Los dos policías registraban el domicilio de la mujer desaparecida. Era querida por todos los que la conocían y su posible muerte conmocionaba a la ciudad.
—No hemos encontrado nada —comentó uno de ellos—. Si ha sido el marido, como las amigas de la difunta insinúan, se ha cubierto bien la espalda. No hay cadáver, ni arma homicida, por lo que va a ser imposible que lo acusemos.
Buscaron a fondo y tuvieron que desistir.
—Tenemos que dejarlo —comentó el segundo agente.
—¡Da mucha rabia que ese cabrón se ría de nosotros! —exclamó furioso.
—Lo sé, pero el comisario nos insta a que abandonemos la casa. Ya sabes que la opinión pública está muy sensible y luego nos critican por abuso de poder.
Iban a marcharse cuando un ligero movimiento los alertó.
—¿Qué ha sido eso?
Ambos policías sacaron sus pistolas y apuntaron hacia la puerta de una de las habitaciones, donde les había parecido ver el extraño movimiento. Unos minutos antes habían estado allí y no vieron a nadie
—¡Pero si es un perro!
Sonrieron y guardaron sus armas.
—Vaya dos intrépidos policías que estamos hechos, asustarnos por un perrito…
El animal los miró y luego hizo un amago de regresar al interior de la habitación.
—Creo que quiere que lo sigamos.
Lo hicieron y descubrieron dos objetos en el suelo: un diario y un cuchillo de grandes dimensiones.
—No puede ser… Yo mismo registré esa habitación hace un rato y esos objetos no estaban.
—Y tampoco el perrito…
El primer agente sufrió un escalofrío, pues todo aquello escapaba a su comprensión, aunque en ese momento ni siquiera se planteó la posibilidad de que estuvieran asistiendo a un hecho sobrenatural.
Cogieron los objetos con mucho cuidado, para luego meterlos en sendas bolsas y llevarlos a comisaria, pero cuando quisieron llevarse al animal no lo encontraron.
—Quién nos iba a decir que atraparíamos al asesino gracias a un perro.
Uno de los agentes rellenaba el informe del caso, mientras su compañero leía el diario, que luego resultó ser de la difunta. En él explicaba las amenazas y maltratos de su marido, además del miedo que sentía desde que había tomado la decisión de separarse.
“Cualquier día me mata. Dice que tiene claro dónde arrojará mi cadáver: a un pozo ciego en la finca de sus padres.”
—Y allí lo arrojó el muy cerdo. Hemos encontrado el cuerpo y el forense ha descubierto pruebas de ADN del asesino en el cuchillo, que arrojó al pozo junto al cadáver, como él mismo ha confesado en cuanto se ha percatado de que estaba atrapado…
El policía enmudeció y otro tanto le ocurrió a su compañero que leía el diario.
—¿Cómo consiguió el perrito ese cuchillo?
—Esa sería una buena pregunta, si yo no tuviera otra mucho más estremecedora y difícil de responder.
—¿Cuál?
Por toda respuesta le tendió el diario y señaló los párrafos que tanto le habían conmocionado.
“Mi pobre Pufi ha muerto. Lo he encontrado este mediodía al llegar a casa del trabajo. Creo que lo han envenenado y no me cabe la menor duda de quién ha sido. Ya no lo soporto más. Voy a separarme…”
El policía levantó la cabeza y miró a su compañero. Su expresión era de auténtico espanto.
—Mira la fecha en que la difunta escribió sobre la muerte de su perrito.
—Veinticinco de octubre de 2017.
—Exacto, mañana hará un mes…
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