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Mi abuela dice que su abuelo le contó esta historia cuando era niña, por que un día jugando cerca de una vieja casa, muy vieja, escuchó un lamento ronco y al mirar entre los maderos de la ventana pudo ver como si alguien estuviera recostado en una vieja cama.
Relata el abuelo que Ignacio Valenzuela era un joven, muy bien parecido, que trabajaba en una hacienda que existía en ese entonces, a inicios de los 1800, el era el que cuidaba el ganado, lo alimentaba y todo.
Era un muchacho muy mujeriego, tenia algunas pretendientes en distintos barrios alrededor de la hacienda, andaba con algunas chicas de la hacienda y según esto, todas sabían que eran novias de Nacho y no había problema.
Como si no fuera suficiente, los fines de semana en su día libre, Nacho se iba a los burdeles por mujeres y alcohol.
Su capataz y los compañeros le reprendían
“Nacho, debes sentar cabeza o algo, eso de andar de mujeriego y sin dinero, no te va a dejar nada, y no te va a durar para siempre”.
Pero Nacho no hacia caso, era joven, apenas en los 20, el tenia el mundo en el bolsillo.
Vivía en la hacienda, la ropa se la daban los patrones, comía en la cocina la hacienda y se lo descontaban de su paga, sus padres tenían sus propios trabajos y el realmente no tenia preocupación de muchas cosas.
De la misma forma pasaron muchos años.
Un día a la hacienda llego una joven de unos 20 años, muy hermosa, según nacho, fue la mujer mas hermosa que hubiera visto jamás, el como todo buen bonachón, se dispuso a conquistarla.
Le llevaba flores, le preparaba todo para que su trabajo fuera sencillo, por las tardes paseaban juntos a caballo.
Hasta dejo de ir a los burdeles y de salir con otras chicas.
Pasaban juntos todo el tiempo que podían.
Nacho estaba muy enamorado, y un día le pidió a la joven que se casara con el, prometió ir a pedir la mano a su padre y comprar al hacendado un par de cerdos o cualquier cosa que pidieran sus padres con tal de que aceptaran que la chirca se casara con Nacho.
Pero la chica se negó, le dijo que el a pesar de ser muy guapo ya era viejo, casi 50 años, que ella realmente quería a alguien joven, a alguien que pudiera presumir con sus amigas, por que el realmente no tenia nada, ni dinero, ni casa, ni nada que darle.
Nacho, terco, investigo donde es que vivían los papás de la chica, fue a visitarlos y pidió su mano, pero ellos se negaron, alegando que esa decisión era de su hija y que ellos no la obligarían.
Enojado y decidido, Nacho salió de aquella casa, subió a su caballo y regreso a toda prisa a la hacienda.
De camino en un valle, lo alcanzo un hombre, que le pregunto “Sabes donde queda la hacienda?”, Nacho bajo la velocidad y le dijo que el iba a la hacienda que si quería podía acompañarlo.
El hombre aceptó.
En el camino Nacho le contó al hombre su tristeza.
A lo que el hombre le comentó que el podía ayudarlo, que el podía darle toda la vida que quisiera.
¿Cómo harías eso?, pregunto Nacho.
El jinete le contesto que solo tenia que pedírselo como deseo, “Mira Nacho, ¿vez mi caballo?”
“Si, por supuesto”, “pero… ¿vez su sombra?”.
Nacho de inmediato noto que nada de aquel jinete a pesar de ser medio día, proyectaba sombra por ninguna parte.
“Vez Nacho, yo puedo darte lo que quieras, sin pedir nada a cambio”
Nacho dudoso, pero ansioso, le cuestiono: “¿Puedes darme vida eterna?”.
Abriendo las manos como poniendo a disposición completa respondió: “Claro Nacho, tu solo tienes que pedirlo.”
“Esta bien, eso quisiera, quisiera vida eterna”.
“Esta hecho Ignacio, esta hecho”
El jinete, tocó su sombrero como dando un jaloncito hacia abajo, dio la media vuelta a su caballo y se fue.
Nacho solo lo vio perderse a lo lejos.
Pensó que realmente no sentía nada diferente, al final si fue solo una mala broma, pues nada había perdido.
Fue con la chica y le contó lo que había pasado, pero la chica le replico que eso realmente no cambiaba nada, que el seguía siendo el mismo y que no quería nada con él.
Furioso Nacho salió de aquel lugar, subió a su caballo y se fue.
Muchos años después, Nacho regreso a la hacienda, con un par de Niños y una mujer, pidió hablar con el hacendado.
Al cual le pediría que por favor diera trabajo a sus hijos y a su esposa, que el se sentía viejo, y sabia que pronto iba a morir.
Nacho compro un terreno al hacendado muy cerca de la hacienda, donde construyó la casa que vez hoy en día.
A finales de los 1800 la esposa del señor nacho murió y los hijos de Nacho se fueron, dejando al viejo solo.
La muchacha que alguna vez estuvo enamorada de Nacho, supo del regreso de Nacho y fue a verlo a aquella casa, apenas podía caminar, ya era una anciana.
Toco la puerta, pero estaba abierta y decidió pasar, paso por la sala, por el comedor y la cocina, la casa parecía estar vacía.
Pronto escucho una voz de uno de los cuartos: “Quien anda ahí?”.
La muchacha se acerco lentamente al cuarto y pregunto “¿Quien eres?”, pero nadie contesto.
Asi que decidió pasar con cautela, total, era una viejecita, ¿Quién le podría hacer daño a una viejecita?
Abrió la puerta despacio, y noto un olor nauseabundo, como jamás había percibido.
Se tapo la nariz con un trapo y asomo apenas los ojos entre la puerta.
Lo que vio en aquel cuarto, era de no creer.
Un Nacho en los huesos, con apenas cabello, la piel delgada como papel, entre pálido y amoratado.
¿¡Nacho!?, ¿pero que te paso?.
Un sollozo de angustia y dolor se escucho, con una voz que apenas se escuchaba, temblorosa, roca, y aflemada: “Recuerdas al jinete?”
“Si, Nacho, lo recuerdo”
Lo que dijo Nacho a continuación, helo la sangre de la viejecita.
“Cometí un error, vida eterna, vida eterna, no juventud eterna”.
Mi abuela esta segura que en esa casa, aun reside vivo el podrido cuerpo de Ignacio Valenzuela.
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